Principios de enero,
la plaza más bonita de la ciudad
abría la noche mientras despedía el día.
La vi llegar de lejos pero la torpeza de mi vista impedía ver su rostro.
No podía creer que fuera ella,
Íbamos a encontrarnos en la ciudad de mis amores.
Su pelo sondeado por el viento,
Qué pequeña que eres, Barcelona.
Su cigarro a medio acabar y,
nuestras ganas a punto de comenzar.
Su mirada no era de este planeta.
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