domingo, 15 de octubre de 2017
Awumbuk
Estaba ahí, sentada en la plaza más famosa de la ciudad. Mirando el final de la calle principal que baja hasta el río. Estaba ahí, sin estar. Awumbuk. Tremendamente cierto y sincero sentimiento. Awumbuk. No dejaba de suspirar y de sentir mis labios más fríos cuando lo hacía, y también más salados. Del pecho me colgaba una enorme joya de melancolía con piedras semitristes y un matiz de oro en los bordes de la morriña. Cada instante los alejaba de mí, cada instante la ciudad me resultaba más hostil y gris. Awumbuk. El Sol, abrigado de algodón, palidecía tímido por no poder mirarme a los ojos. El viento callado se refugiaba al otro lado del puente. Los primeros barcos del día llegaban y el canto de las gaviotas ensordecía al frenético gentío que abrazaba frío mi angustia. Awumbuk, contengo el llanto. Awumbuk. Mis ojos se revelean y se enturbia el mirar. Awumbuk. Se debilita el pecho, mis manos me tapan. Awumbuk. Me sé vencida.
Awumbuk, me siento débil pero viva.
Awumbuk, tu abrazo es más intenso que el de Angustia.
Cierro los párpados, abro los ojos.
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