El Sol,
tu media sonrisa
esa que invierte las alas
de las guardianas del mar.
La sal,
tus pestañas brindando
con cada parpadeo
por ti, por mí,
por la vida.
el escozor en los labios,
el beso del recuerdo,
la arena tibia;
déjame ir,
suéltame como soltaste
aquellas sábanas
que proclamaron
nuestra libertad,
aquellas que también
fueron refugio de nuestros
deseos,
las que también nos enterraron,
las que hicieron de nuestro cielo.
Suéltame,
déjame ir.
Y si vuelvo,
entenderás por qué el mar
es el refugio de las gaviotas.
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