sábado, 4 de agosto de 2018

El optimista

Por la noche

que resta

espejos

a la luz.

Por las uvas

que suman

cristal dulce

y olvido.

Por el modo

en que crece

dentro

de las palabras

el coral

del poema.

Por el número 3.

Por la canción

políglota del vino.

Por la esperanza

que hubo

en las banderas

rojas.

Por la amistad

que llena

de rincones

el círculo

inflexible

de la vida.

Por el pescado

que abre

la embajada

del mar

de nuestra boca.

Por la harina

que baja

la luna

a nuestras manos.

Por aquellos

que saben,

como mandó Cernuda,

pedirle

a su existencia

dirección

y sentido.

Por

los ojos

de Ana.

Por la nieve.

Por el imán

que forman

el caos

del amor

y el orden

del deseo.

Por la lluvia

y las islas.

Por todos

los que creen

que es más fácil

hacer

el bien

que merecerlo;

los que pierden la fe

entre dos campanadas;

los que al comer pan

saben

el idioma del trigo.

Por el viento

que sueña

desiertos verticales

y el mineral

que enciende

su luz desenterrada

y la cera

que pone su estracto

de volcán

sobre la piel.

Por el mar.

Por la música.

Por los hombres

que saben

que se puede

huir de la verdad

pero nunca

escapar

de la mentira.

Porque el verso

anterior

no ha sido

el último.

Por la esperanza

de que no me olviden

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